2. Los correlatos biológicos del proceso biocultural del envejecimiento humano
En la mayor parte de los libros de Geriatría o Gerontología se señalan los cambios ocurridos en la estructura y funcionamiento del cuerpo relacionados con la edad. Desde luego están accesibles sus descripciones detalladas, pero aquí solamente interesa ofrecerlos de manera general y reflexionar en ellos como resultado de un proceso.
El primer problema que surge para entender dicho proceso es distinguir entre el envejecimiento normal o sano de aquellos donde existe una alteración con efectos discapacitantes o riesgosos para la supervivencia y permita calificarla como complicada por la enfermedad.
Los límites son borrosos, por ejemplo, la desmineralización ósea es un hecho común conforme avanza la edad, y con determinado grado de avance se le califica de osteoporosis, pero en situaciones concretas más avanzadas se le ubica como enfermedad por aumentar el riesgo de fracturas –principalmente de la cadera– capaces de provocar complicaciones mortales.
Aquí nos restringimos a tratar el proceso biocultural normal de envejecimiento, ya que su asociación con estados patológicos será tratado en otra parte de esta obra.
Un ejemplo interesante de los cambios biológicos por su empleo generalizado es el índice de la masa corporal. Se percibe que las cifras se mantienen semejantes para la mayoría de los conjuntos de hombres y mujeres entre los 60 y 79 años, pero con tendencia a disminuir, particularmente a partir de los 79 años de edad, pero con mayor magnitud entre las mujeres. Es valioso conocer la evolución de este parámetro, indicador sencillo de un componente del estado de nutrición, ya que no deben aplicarse los criterios para sobrepeso y obesidad de la juventud en etapas posteriores de la vida. Además se requiere la cabal comprensión de su significado, ya que las fluctuaciones del peso corporal entre los ancianos se deben a diversos cambios de la composición corporal, que además ocurren en personas cuya estatura ha disminuido en relación con la que tenían durante la juventud.
Con respecto a los cambios metabólicos que se expresan en la bioquímica del cuerpo, consultamos un estudio hecho en nuestro país analizando las medianas y percentilos 5 y 95 de las diferencias entre algunos parámetros del laboratorio clínico, comparados entre adultos con edad media de 32 ± 6.5 años y rango entre los 25 y 45 años de edad con mayores de 60 años con edad media de 68 ± 7.2 años, en una muestra por cuotas de 400 personas. De la muestra de mayores de 60 años, 75% eran mujeres y entre la de adultos lo fueron 67%.14-15 Todos ellos eran habitantes de la Ciudad de México, de estratos socioeconómicos bajos y no seguían tratamiento médico.
Los resultados más importantes son:
a. Para las pruebas hematológicas, los intervalos de referencia de los ancianos son mayores y las diferencias son significativas para la fórmula eritrocitaria y la velocidad de sedimentación globular.
b. Existen diferencias en el perfil de lípidos: colesterol, triglicéridos, cLDL (aumentados) y cLHDL (disminuido).
c. AST o transaminasa glutámica oxaloacética y CGT o gama glutamil transpeptidasa y el fosfato están moderadamente disminuidos.
d. El ácido úrico está aumentado en los dos sexos, lo que coincide con otros estudios latinoamericanos, pero no con los anglosajones.
e. Disminuyen, sin llegar a niveles considerados patológicos para otras edades: proteínas totales, albúmina y magnesio. En otros estudios se ha constatado la disminución de las proteínas totales a partir de los 50 años.
f. El límite inferior de la cantidad del total de leucocitos en los ancianos sería considerado leucopenia en los adultos.
g. Ocurre lo mismo con la cantidad total de linfocitos, que según algunos se debe concretamente a disminución de los linfocitos T.
Lo interesante de este estudio es que indica diferencias, en algunos parámetros, con grupos anglosajones y semejanzas con otros latinoamericanos. También atribuye algunas de las diferencias en los indicadores bioquímicos al estado de nutrición precario de los ancianos de estratos socioeconómicos bajos.
Por sus consecuencias emocionales y biológicas, merece mención especial el envejecimiento de las funciones reproductivas. Entre los hombres es clara la disminución de la cantidad de testosterona en el suero, a partir de los 40 años de edad. En uno de los varios estudios al respecto16 se encontró la cifra media de testosterona en menores de 40 años de 7.01 ± 0.82 ng/ml y entre los mayores de 50 años de edad había disminuido a 2.68 ± 0.51 ng/ml. De acuerdo con Vermeulen,17 se debe al declinar del funcionamiento de las células de Leydig y Sertoli, además de la hipófisis y el conjunto afecta de manera negativa la cantidad y calidad del esperma, pero sin eliminar de manera total la fertilidad, aunque merme la capacidad y duración para realizar las relaciones sexuales.
En las mujeres ocurre un proceso diferente: el climaterio, cuyo efecto fundamental es la menopausia o cese de los ciclos menstruales y, por lo tanto, de la capacidad reproductiva. Este proceso conlleva una sintomatología bien conocida, pero lo que deseamos destacar es su excepcionalidad entre los animales, ya que las hembras son fértiles hasta el final de sus vidas. Un buen ejemplo son las pocas chimpancés en libertad estudiadas, quienes mueren muy cerca de la edad cuando los ciclos reproductivos cesan. Entre las escasas chimpancés cautivas en las que se ha podido seguir el proceso, el estro desaparece entre los 45 y 50 años de edad. Las elefantas y las ballenas siguen teniendo hijos hasta su sexta o séptima década de vida.
Una buena parte de las mujeres actuales sobreviven la menopausia varias décadas. Se ha señalado que sus funciones reproductoras llegan a los 45 años de edad, al equivalente de los 80 años de otros órganos. No debemos olvidar que la proporción de mujeres que sobreviven a la menopausia ha aumentado de manera notable en tiempos recientes y era pequeña en el pasado.
Hoy es frecuente que dicho cambio ocurra poco antes o a la mitad de la vida, situación no encontrada en el resto del mundo animal. Esta situación se ha explicado de diversas maneras, tomando en cuenta la historia evolutiva de nuestra especie. Una de las hipótesis más aceptada es la llamada de la abuela.