3. Actividad económica en la vejez
Se esperaría que la participación laboral de la población envejecida se redujera por varias razones. Una es que en la vejez hay menores obligaciones de reproducción social y ya no se incurre en gastos relacionados con el trabajo y para el sostén y educación de los hijos. Otra es que las instituciones de seguridad social, incluido el ahorro individual institucionalizado, otorgan pensiones y jubilaciones, aunque cabe mencionar que en gran medida son limitadas en cobertura y estipendio. También es el tiempo de la aparición de enfermedades crónicas y discapacidades, lo que debilita las oportunidades de trabajo. Más sustancialmente, en el mercado laboral hay preferencias por edades más jóvenes y productivas. Finalmente existen algunos programas de apoyo económico por parte del gobierno pero apenas para una protección social mínima. De esta manera, persiste el hecho que la mayor parte de la población dependiente en edades avanzadas subsiste por la ayuda de familiares, particularmente de hijos.
Aun así y debido a la insuficiencia de las ayudas y de todas las demás fuentes de apoyo juntas, existe un porcentaje importante de la población envejecida que se ve obligada a participar en actividades económicas. En sus condiciones, una gran parte lo hacen en actividades precarias del trabajo informal.
El Cuadro se elaboró con cifras del Censo General de Población y Vivienda de 20105 y muestra la distribución porcentual de la población 65 y más dividida en grupos quinquenales de edad, identificando quienes trabajan, no trabajan o se dedican al hogar. En el grupo de 65-69, más de la mitad de los hombres (55.2%) trabajan y sólo 2.0% se dedican al hogar. Lo anterior conduce a relativizar el supuesto teórico de dependencia en
la vejez, al menos durante los primeros años de ésta, y obliga a preguntar por qué estas personas siguen trabajando. Una acción necesaria sería estudiar la calidad y condiciones de estos empleos y si acaso requieren una planificación específica.
Por su parte, la mayor parte de las mujeres en este grupo de edad de 65-69 se dedica al hogar (68.4%). Hay que considerar que las mujeres en edades de 65 y más pertenecen a cohortes cuyas oportunidades de participar en la actividad económica fueron reducidas, pues los roles de género propios de la organización social asignaban a las mujeres el cuidado del hogar y la crianza de los hijos.
Además de las condicionantes sociales y económicas, las cifras muestran que a partir de 75 años es significativa la pérdida de capacidades debido a limitaciones físicas o mentales que impiden trabajar. En el grupo de 80 y más sólo 18.5% de los hombres y 3.9% de las mujeres trabajan. En cambio, la población que no trabaja pero que pretende hacerlo en este grupo es más de 70.0% de la población masculina y más de 40.0% de la femenina. En todos los grupos de edad destaca la alta participación de las mujeres en las actividades del hogar, con alrededor de 68.0%, aunque ya en 80 y más desciende a 54.0%, seguramente también aunado a condiciones de incapacidad.