Consecuencias sobre la salud debido al inadecuado uso de los medicamentos
En la literatura se ha reportado que el promedio de utilización de medicamentos en mayores de 65 años en áreas metropolitanas es de dos a cinco fármacos por día y un tercio de la población anciana toma más de cinco medicamentos de manera simultánea (De Toledo et al., 2005); por lo que se considera que esta población está expuesta a un elevado riesgo de presentar IFF y EA. Ambas situaciones son prevenibles, en términos generales, sin embargo, no suelen ser detectados oportunamente y, por tanto, en muchos casos no se toman medidas para evitarlos (Mallet et al., 2007; Spinewine et al., 2007; Gurwitz et al., 2003; Shah, 2004; Milton et al., 2008); de tal manera que se ha reportado que 13% de los errores detectados en pacientes ambulatorios son IFF (Makeham et al., 2002).
Por otro lado, el uso inadecuado de medicamentos y de patrones de prescripción aumenta de manera innecesaria el costo de la atención médica (Durán-González et al., 1990); de ahí que la utilización correcta de éstos sea crítica para alcanzar un estado de salud en los pacientes y un uso efectivo y eficiente de los recursos de los sistemas de salud (Haaijer-Ruskamp y Hoven, 2004).
Otros errores de prescripción que se han documentado con una elevada frecuencia son los relacionados con las dosis, la inadecuada o incorrecta ruta de administración, así como la incorrecta indicación o prescripción de medicamentos para los cuales el paciente es alérgico (Garnica-Rodríguez et al., 2006).
Un estudio realizado en pacientes ambulatorios en México mostró que 53% del total de las prescripciones analizadas (2 880) tenían un error potencial, principalmente: falta de información en la prescripción, omisión de la dosis, de la ruta de administración, frecuencia de la toma y duración del tratamiento, así como potenciales IFF o contraindicaciones (Corona-Rojo et al., 2009). Y se ha reportado que cerca de 40% de los pacientes hospitalizados tienen al menos una potencial interacción fármaco-enfermedad y 46% está en riesgo de tener una potencial IFF clínicamente importante.
También se ha observado que las combinaciones de prescripciones inapropiadas son más frecuentes en hombres y aumentan con la edad et al., 2002; Charlson et al., 1987); por otro lado, las IFF son la causa de hasta 5% de las hospitalizaciones de pacientes ancianos; sin embargo, en la mayoría de los casos se interpretan como deterioro del paciente debido a la enfermedad, a la falta de adherencia al tratamiento rescrito o a una infección (Stanton et al., 1994; Doucet et al., 1996; Becker et al., 2007; Seymour, 1998).
Un estudio realizado en un hospital privado de la Ciudad de México reportó que 12% de los ingresos hospitalarios se debieron a efectos farmacológicos indeseables (Zenón etal., 2005); otro estudio realizado en pacientes ambulatorios de 50 años o más reportó que 80% de los pacientes tenían prescripciones que incluían una o más potenciales IFF, 3.8% de ellos involucraba interacciones que podían evitarse y 64% tuvo interacciones potenciales fármacoenfermedad; en este estudio las variables asociadas a tener una o más potenciales interacciones fueron recibir cinco o más medicamentos (OR ajustado 4.34, IC 95% 2.76- 6.83), tener 60 años o más de edad (OR ajustado 1.66, IC 95% 1.01-2.74) y padecer enfermedad cardiovascular (OR ajustado 7.26, IC 95% 4.61-11.44) (Doubova et al., 2007).
Los resultados de otro estudio realizado en adultos mayores (≥65 años) ingresados en cuatro residencias (dos privadas y dos públicas) de la Ciudad de México mostró que los medicamentos de mayor consumo eran vitaminas y antianémicos, seguidos de fármacos cardiovasculares, gastrointestinales, analgésicos-antiinflamatorios, antibióticos y medicamentos psiquiátricos; en este estudio 28.5% de los adultos mayores que tomaban dos o más fármacos estuvieron en riesgo de presentar una interacción entre los medicamentos que consumían (Pérez-Guillé et al., 2001).
Otro problema frecuente en este grupo de edad es la automedicación; un estudio realizado en el estado de Chiapas reportó que 53.4% de los sujetos encuestados refirieron tomar un medicamento sin prescripción y fueron los analgésicos no esteroideos y los antihistamínicos los más frecuentes (36.2% y 12.6%, respectivamente). Los motivos ligados al consumo de este tipo de medicamentos referidos por los pacientes fueron dolores musculares y de articulaciones, así como problemas del tracto respiratorio; otro hallazgo importante fue que 13% de ellos tomaban además algún remedio para el control de la hipertensión sin supervisión médica (Balbuena et al., 2009).