3. Perspectivas

Todo indica que el potencial para la longevidad es parte de nuestro acervo biológico, pero  solamente en tiempos recientes se han dado las condiciones para su expresión.

Actualmente dichas situaciones favorables se hacen accesibles para más personas, por lo que es de esperarse que el número de ancianos vaya en aumento. Al mismo tiempo la proporción de niños en las poblaciones declina.

Como consecuencia, las predicciones de la demografía apuntan hacia sociedades donde la  proporción de ancianos sea cada vez mayor. Esta situación ya comienza a afectar nuestras vidas.

Las sociedades industrializadas viven la crisis de sus sistemas de pensiones, planeados durante los tiempos cuando el número de quienes entraban al mercado de trabajo y cotizaban para los fondos de retiro, superaban a quienes llegaban a la edad de jubilación y estos últimos sobrevivían pocos años. Hoy los ya jubilados llegan a vivir un tiempo equivalente a aquel durante el que trabajaron y los más jóvenes apenas contribuyen con suficiente para sostener a sus mayores y con poco para su propio futuro.

Por otra parte, si bien es alta la proporción de ancianos sanos, también los hay con necesidad de apoyo constante por haber perdido su autonomía o tener enfermedades cuya atención y tratamiento es caro. Además, en cuanta más edad se acumula, se incrementa la dependencia de otros, sea la familia o las instituciones sociales. La situación implica un alto costo económico y social que apenas comenzamos a vislumbrar.

Pero los humanos encontramos respuestas ante los retos que nos ofrece la vida. En México ya constatamos las situaciones que implica la mayor longevidad de lasmujeres y algunas de ellas, las viudas o solteras sin descendencia o sin apoyo familiar, conforman un grupo particularmente vulnerable. Como contraste, las mujeres que viven en familia y en comunidades indígenas adquieren un papel preponderante al convertirse en verdaderas matriarcas que conducen las vidas de su prole. Conocemos estudios, aún no publicados, donde se demuestra que los hombres ancianos han adoptado nuevas funciones, antes rechazadas, entre ellas hacerse cargo de llevar a los nietos a la escuela o ser los responsables de la compra de alimentos.

En Europa es visible que aumenta el número de hombres ancianos, quienes habiendo permanecido solteros o rota su relación de pareja, buscan mujeres más jóvenes para casarse. Ellas con frecuencia son inmigrantes latinoamericanas o filipinas y a cambio de su apoyo reciben recursos y la herencia de sus maridos, con lo que sostienen a sus familias en el país de origen.

De igual manera, en otros países, incluyendo a México, con mayor frecuencia, viudos y viudas ancianos forman nuevas parejas. La industria y el comercio ya ofrecen soluciones para atender la situación de los ancianos con recursos económicos suficientes. Existen lugares donde se ofrece alojamiento de lujo, y se favorece el que se amueblen a gusto de quien lo habita, cuentan además con alimentos bien preparados y atención médica. Por tratarse de lugares para personas de grupos sociales altos, sus habitantes suelen contar con buena salud y son capaces de realizar actividades sociales entre ellos. Por debajo de este alto nivel, existen otros con condiciones decrecientes hasta verdaderos depósitos de ancianos abandonados en pésimas condiciones. Es posible que para algunas personas esta alternativa sea favorable, pero aún hace falta un largo camino para abrirla a un grupo mayor con las mismas necesidades y menores recursos, pero en condiciones aceptables, acordes con las normas que se establezcan y sin abusos económicos.

Lo que no podemos hacer es ignorar que esto ya ocurre y representa una alternativa para algunos. A pesar de lo anterior, se debe reconocer que la estrategia que ha dado mejor resultado, a lo largo de nuestra historia, para la supervivencia es la vida familiar.

Sus orígenes están relacionados con la inmadurez de los recién nacidos y su constante necesidad de atención durante la larga infancia, además de los beneficios resultantes de la división del trabajo entre hombres y mujeres. Además, su papel en el cuidado de los ancianos es manifiesto. En buena parte de las sociedades las mujeres son quienes acaban haciéndose cargo de sus familiares ancianos. Se forma así una tradición familiar que en algunos casos hemos constatado bajo formas interesantes, por ejemplo entre mujeres quienes habitan en conjunto una casa grande, las parejas jóvenes con sus hijos van ocupando el espacio que dejan vacío los mayores cuando mueren, en una especie de cadena de movimientos cuando la situación lo requiere. El peligro actual para el bienestar de los ancianos es que las condiciones son cada vez menos propicias para que las familias vivan juntas, como aún ocurre en algunas comunidades indígenas mexicanas. En el medio urbano es frecuente la soledad de los ancianos, quienes emplean estrategias de todo tipo para favorecer el contacto y apoyo de otras personas. En ocasiones atraen a su propia familia mediante diversos medios que varían entre los genuinamente afectivos o los que resultan de intereses económicos. Otra veces el apoyo proviene de amistades o vecinos y, en los países industrializados, de organizaciones sociales o gubernamentales.

Dado que los humanos somos complejos y manifestamos los afectos y sentimientos a través de nuestro comportamiento y además somos capaces de percibir la relación de los demás con nosotros, no encontramos alternativas institucionales para el cuidado de los ancianos que sean tan eficaces como la familia. Es claro que en ella también se expresan con frecuencia situaciones desagradables, pero solamente en casos extremos no son atenuadas o compensadas para hacer la vida entre llevadera y agradable. Después de todo la familia es también producto de la prueba y el error que implica la evolución biológica, psicológica y social de la humanidad.

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